Andrés
Sepúlveda afirma haber alterado campañas electorales durante ocho
años dentro de Latinoamérica.
En 2012, el
presidente colombiano Juan Manuel Santos, sucesor de Uribe,
inesperadamente dio inicio a las conversaciones de paz con las FARC,
con la esperanza de poner fin a una guerra de 50 años. Furioso,
Uribe, cuyo padre fue asesinado por guerrilleros de la FARC, formó
un partido y respaldó a un candidato independiente, Óscar Iván
Zuluaga, quien se oponía al diálogo.
Rendón, que
trabajaba para Santos, quería que Sepúlveda fuera parte de su
equipo, pero este último lo rechazó. Consideró que la disposición
de Rendón para trabajar con un candidato que apoyaba un acuerdo de
paz con las FARC era una traición y sospechaba que el asesor estaba
dejando que el dinero fuera más fuerte que sus principios. Sepúlveda
señala que la ideología era su principal motivación, luego venía
el dinero, y si su fin hubiera sido enriquecerse, podría haber
ganado mucho más hackeando sistemas financieros en vez de
elecciones. Por primera vez, decidió oponerse a su mentor.
Sepúlveda
se sumó al equipo de la oposición y le reportaba directamente al
jefe de campaña de Zuluaga, Luis Alfonso Hoyos. (Zuluaga niega
conocimiento alguno del hackeo; Hoyos no pudo ser contactado para dar
comentarios). Sepúlveda señala que juntos elaboraron un plan para
desacreditar al presidente al mostrar que las guerrillas seguían
dedicadas al narcotráfico y la violencia, pese a que hablaban de un
acuerdo de paz. Transcurridos algunos meses, Sepúlveda había
hackeado los teléfonos y cuentas de correos electrónicos de más de
100 militantes, entre ellos el líder de las FARC Rodrigo Londoño,
también conocido como Timochenko. Tras elaborar un grueso archivo
sobre las FARC, que incluía evidencia sobre cómo el grupo suprimía
los votos de campesinos en zonas rurales, Sepúlveda accedió a
acompañar a Hoyos a los estudios de un programa de noticias de TV en
Bogotá y presentar la evidencia.
Quizás no
fue muy astuto trabajar de forma tan obstinada y pública en contra
de un partido en el poder. Un mes después, Sepúlveda fumaba un
cigarillo en la terraza de su oficina en Bogotá cuando vio acercarse
una caravana de vehículos policiales. Cuarenta agentes del Cuerpo
Técnico de Investigación de la Fiscalía de Colombia vestidos de
negro allanaron su oficina y lo arrestaron. Sepúlveda dice que su
descuido en la estación de TV fue lo que condujo a su arresto. Cree
que alguien lo delató. En tribunales, usó un chaleco antibalas y
estuvo rodeado de guardias. En la parte trasera del tribunal hombres
sostenían fotografías de sus familiares y pasaban sus dedos sobre
sus gargantas, simulando cortar sus cuellos, o ponían sus manos
sobres sus bocas dando a entender que debían mantener silencio o
atenerse a las consecuencias. Abandonado por sus antiguos aliados,
terminó por declararse culpable de espionaje, hackeo y otros
crímenes a cambio de una sentencia de 10 años.
Tres días
después de llegar a la cárcel La Picota en Bogotá, visitó al
dentista y fue emboscado por hombres con cuchillos y navajas, pero
fue socorrido por los guardias. Una semana más tarde, los guardias
lo despertaron y lo sacaron rápidamente de su celda, señalando que
tenían información sobre un plan para dispararle con una pistola
con silenciador mientras dormía. Luego que la Policía Nacional
interceptó llamadas telefónicas que daban cuenta de un nuevo
complot, fue enviado a confinamiento solitario en una cárcel de
máxima seguridad ubicada en una deteriorada zona del centro de
Bogotá. Duerme con una manta antibalas y un chaleco antibalas al
lado de su cama, detrás de puertas a prueba de bombas. Guardias van
a verlo cada hora. Como parte de su acuerdo con la fiscalía, dice
que se ha convertido en testigo del gobierno y ayuda a investigadores
a evaluar posibles casos contra el ex candidato Zuluaga y su
estratega Hoyos. Las autoridades emitieron una orden para el arresto
de Hoyos, pero según informes de la prensa colombiana él escapó a
Miami.
Cuando
Sepúlveda sale a reuniones con fiscales en el búnker, la sede
central de la Fiscalía General de Colombia, viaja en una caravana
armada que incluye seis motocicletas que atraviesan la capital a 60
millas por hora y colapsan las señalas de teléfonos celulares a
medida que transitan para bloquear el rastreo de sus movimientos o la
detonación de bombas a lo largo del camino.
En julio de
2015, Sepúlveda se sentó en un pequeño patio central del Búnker,
se sirvió un café de un termo y sacó un paquete de cigarrillos
Marlboro. Dice que desea contar su historia porque la gente desconoce
el alcance del poder que ejercen los hackers en las elecciones
modernas o el conocimiento especializado que se requiere para
detenerlos. “Yo trabajé con presidentes, personalidades públicas
con mucho poder e hice muchísimas cosas que finalmente, de
absolutamente ninguna me arrepiento porque lo hice con plena
convicción y bajo un objetivo claro, acabar las dictaduras y los
gobiernos socialistas en Latinoamérica", señala. "Yo
siempre he dicho que hay dos tipos de política, la que la gente ve y
la que realmente hace que las cosas pasen, yo trabajaba en la
política que no se ve”.
Sepúlveda
dice que se le permite usar un computador y una conexión a internet
monitoreada como parte de un acuerdo para ayudar a la Fiscalía a
rastrear y alterar a carteles de drogas empelando una versión de su
software Depredador de Redes Sociales. El Gobierno no confirmó ni
negó que tenga acceso a un computador o el uso que le da a este.
Sepúlveda dice que ha modificado el software Depredador de Redes
Sociales para contratacar el tipo de sabotaje que solía ser su
especialidad, entre otras cosas tapar los muros de Facebook y los
feeds de Twitter de los candidatos. Utilizó su software para
analizar 700.000 tweets de cuentas de partidarios de ISIS para
aprender qué se necesita para ser un buen reclutador de terroristas.
Sepúlveda dice que el programa ha podido identificar a reclutadores
de ISIS minutos después de haber creado cuentas de Twitter y
comenzar a publicar y espera poder compartir la información con
Estados Unidos u otros países que luchan contra el grupo islamista.
Una firma independiente evaluó muestras del código de Sepúlveda y
determinó que eran auténticas y sustancialmente originales.
Las
afirmaciones de Sepúlveda respecto a que operaciones de este tipo
ocurren en todos los continentes son plausibles, dice David Maynor,
quien dirige una compañía de servicios de control de seguridad en
Atlanta, llamada Errata Security. Maynor que de vez en cuando recibe
solicitudes para trabajos relacionados a campañas electorales. Le
han pedido que su compañía obtenga correos electrónicos y otros
documentos de los computadores de candidatos, aunque el nombre del
cliente final nunca es revelado. “Esas actividades ocurren en
Estados Unidos, y ocurren todo el tiempo”, indica.
En una
ocasión a Maynor se le pidió robar datos a modo de realizar un
control de seguridad. Pero el individuo no pudo demostrar una
conexión real con la campaña cuya seguridad deseaba poner a prueba.
En otra oportunidad, un posible cliente le encargó un informe
detallado sobre cómo rastrear los movimientos de un candidato
cambiando el iPhone de un usuario por un dispositivo clonado e
interceptado. “Por razones obvias, siempre rechazamos estas
solicitudes”, indica que Maynor, quien no quiso nombrar a los
candidatos involucrados.
Tres semanas
después del arresto de Sepúlveda, Rendón fue obligado a renunciar
a la campaña de Santos en medio de acusaciones en la prensa sobre
cómo había aceptado US$12 millones de narcotraficantes y se los
había entregado al candidato, hecho que él niega.
Según
Rendón, funcionarios colombianos lo interrogaron poco tiempo después
en Miami, lugar donde reside. Rendón señala que los investigadores
colombianos le preguntaron sobre Sepúlveda y les dijo que la
participación de Sepúlveda se limitaba al desarrollo de sitios web.
Rendón
niega haber trabajado con Sepúlveda de forma significativa. “Él
dice que trabajó conmigo en 20 lugares y no, no lo hizo”, afirma
Rendón. “nunca le pagué un peso”.
El año
pasado, medios colombianos señalaron que según fuentes anónimas
Rendón trabajaba para la campaña presidencial de Donald Trump.
Rendón dice que los informes son falsos. La campaña se acercó a
él, pero los rechazó porque le desagrada Trump. “Según tengo
entendido, no estamos familiarizados con este individuo”, señala
la vocera de Trump, Hope Hicks. “No había escuchado su nombre, y
tampoco lo conocen otros altos miembros de la campaña”. Sin
embargo, Rendón dice estar en conversaciones con otra de las
principales campañas presidenciales de Estados Unidos - no quiso
decir cuál - para comenzar a trabajar con ellos una vez que
concluyan las primarias y comiencen las elecciones generales.
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